17 may 2010

-EPÍLOGO-

Note como unos pinchazos se adueñaban de mi, mi nuevo bebe ya quería nacer, llame a Edward, y él aviso al medico que llego enseguida, me llevo en volandas hasta nuestra habitación, donde me prepararon para comenzar el parto. No duro nada, todo fue muy rápido y sin apenas sufrir dolor, por fin tenia en mi brazos a mi pequeña princesa, Marie, era hermosa y se la veía tan pequeña e indefensa que hacia que mas mi corazón se volcara en ella. Estuve unos días en cama, para poder recuperarme del todo y presente a Aro y Anthony a su pequeña hermana, Aro la sonreía como si fuera una muñeca a la que adorar, en cambio Anthony al ser tan pequeño todavía la mirada con incredibilidad.
Llevábamos un mes tranquilo cuando algo hizo que viéramos como todo el reino Nioman y también el reino Newton ardieran, las noticias que nos llegaron fueron de que se habían atacado unos a otros por no cumplir la palabra de matrimonio de Jane Nioman y la muerte de sus dos hijos por ella, haciendo que aquellos reinos tenebrosos y que tantas desgracias habían provocado, desaparecieran para siempre.

10 años después

Marie corría por el jardín con los pequeños Horacio, el pequeño bebe de Nessi y Jake, Jazmín la pequeña de Emmet y Rosalie, mas la pequeña Charlotte hija de Alice y Jasper, todos éramos felices juntos, aunque la muerte de nuestros padres nos habían marcado a mi hermana y a mi, todos conseguimos tener una sonrisa en la cara, ese mismo día mi hermana Ángela se casaba con su amado Ben, al que amo desde su primer día en aquel puesto de las flores.
Estaba muy nerviosa por la boda, aunque todos sabíamos que era porque sentía que nuestros padres no estuviesen a si lado en aquel momento después de tantos años con ellos aunque sin disfrutarles del todo, por la depresión de nuestra madre, pero allí nos encontrábamos en el jardín de nuestro castillo rodeados de todos nuestros allegados y del pueblo, todos felices de que todo la maldad de verdad hubiese acabado y pudiera reinar feliz con Edward y mis tres preciosos hijos a mi lado.

Capítulo 23: GRAN PERDIDA Y GRAN FINAL

Bella

Me acerque a Edward abrazándole, necesitaba sentirle cerca de mi, saber que esta vez no había sufrido ni una herida, estaba perfecto excepto una pequeña herida en su brazo de la cual salía sangre, pero Alice se acerco curándosela, dejándola cerrada, como si ahí nunca hubiese habido una herida. Nos dirigimos al reino de Edward, Linzzer, esperando noticias sobre mi reino y sobre mis padres.
El camino se hizo un poco largo, me notaba cansada y adormecida, pero al llegar al reino Linzzer la noticia que me dieron fue como una flecha atravesando mi alma, mis padres habrían muerto en la lucha en su reino, además de quedar muy poco del Reino Violeta, mi hermana se echo en mis brazos llorando, demostrando su gran dolor por la perdida de nuestros padres, yo la abrace dándola todo el apoyo que podía darla, ya que mi estado tampoco era extremadamente bueno.
Yo era la encargada de ir al Reino Violeta y reinarle, intentando volver a construirle y que la paz volviera a reinar allí como lo había echo hasta hace unas semanas; Edward, Anthony y Ángela me acompañarían al igual que Emmett para protegernos de lo que pudiese aparecer, cuando llegue al reino mi alma cayo rota al suelo, ver, los restos que había dejado el fuego, los miles de muertos que había, los pocos soldados intentando ayudar a los supervivientes, entre en el castillo, él cual era el que estaba en mejor estado, mandando llamar a todos los sirvientes y soldados y pedirles que organizaran el castillo para poder atender a todos los heridos y dar resguardo a los supervivientes hasta que el reino fuera reconstruido; tanto sirvientes, soldados como Edward, Emmett y Ángela se pusieron enseguida a reconstruir las casas del reino y a preparar un cementerio donde enterrar a todos los muertos, para que pudiesen descansar en paz y no dejarles demasiado tiempo al aire libre y poder rondar una gran enfermedad por el reino, a mi no me dejaban hacer nada por mi embarazo, aunque no estaba apenas avanzado, el otro tuvo complicaciones y querían que con este tuviese el mayor descanso.
No podía estar parada viendo como gente en mi reino gritaba y lloraba del dolor de sus heridas y por las perdidas de muchos de sus familiares; vi a un niño al lado de una mujer llorándola con una tristeza que nunca antes había visto, supuse que era su madre, cuando la llamo mama y la pido que luchara por su vida para no dejarle solo en este mundo tan cruel, me acerque a él con paso tranquilo y sosegado, abrazándole, dándole todo mi apoyo e intentando calmar sus lagrimas.
-Tu madre se pondrá bien, intentare todo para que sobreviva y no te quedes solo- dije sin soltarle llorando.
-No quiero también perder a mi madre por esos atacantes, hicieron cosas horribles- dijo sin apartarse de mi y llorando cada vez mas profundamente.
Llame al medico con una gran urgencia para que mirara a esa mujer, pero la noticia de que estaba muerta solo hizo que el niño empeorara su estado, sus lágrimas cada vez eran mas abundantes; le cogi en brazos subiéndole a mi cuarto, para que viese como se llevaban a su madre a la morgue y así poder darle un baño caliente y que se tranquilizara algo.
-No se tu nombre, pequeño- dije bañándole dulcemente y con cuidado.
-Me llamo Aro majestad- dijo en el agua y sin dejar de llorar.
-No me llames majestad, soy Bella-dije sacándole del agua y secándole, poniéndole ropas limpias y tumbándole en la cama, mientras yo me sentaba a su lado-Aro no quiero que te quedes solo en este mundo y menos porque no es seguro, un niño tan pequeño no puede andar solo por ahí, a saber que podrían hacerte, por lo que te propongo algo-dije mirándole tiernamente.
-Si, dígame Bella-dijo sin moverse apenas unos centímetros de la cama.
-Me gustaría que te quedaras conmigo, mi esposo, mi hijo y mi hermana aquí en el reino y que fueras nuestro hijo adoptivo, se que tienes unos papas, no intento que los olvides- dije temblorosa de su reacción- solo que estés a salvo con nosotros.
-Yo no quiero olvidar a mis papas, pero si que quiero quedarme con vosotros- dijo abrazándome y haciendo que mis lagrimas saliesen llenas de felicidad.
Los meses iban pasando. La reconstrucción del reino avanzaba a pasos agigantados, ya que todos y cada uno de sus habitantes, incluyendo mi pequeña familia, ponía de su parte. Yo me encontraba en reposo permanente, ya que mi prominente barriga me impedía moverme con agilidad, además de que tanto Edward como Ángela no me dejaban ocuparme de lo más mínimo para evitar que me estresase y que algo pudiera sucederle al bebé.
Paseaba por las calles del reino, viendo las nuevas casas que habían levantado y como poco a poco la vida volvía a la normalidad en cada barrio. Las gentes de por allí, felices, paseaban al igual que yo, y hacían sus labores entre conversaciones y risas. Los niños jugaban en los parques, y yo no podía evitar sentirme dichosa. Todo esto se había llevado a cabo desde que yo me ocupaba del reino, y me alegraba ver que todo era como debía ser. Paz y tranquilidad se extendía por todos los confines del reino.
Cuando pasé por el mirador, volví a sonreír. No pude evitar recordar la triple boda que habíamos tenido tan solo unas semanas atrás. Nuestra pequeña familia se hacia cada vez más y más grande… Alice, el hada, se había casado con Jasper, ante la sorpresa, pero aceptación, de todos. Rosalie se había casado con Emmet, ya que a pesar de ser plebeyo, había demostrado su valía con creces, y tanto Esme como Carlisle le habían aceptado como a uno más en su casa al enterarse de la noticia de que su hija se había enamorado de él. Y por último, los pequeños duendes, Nessie y Jacob, se habían unido en la multitudinaria ceremonia, ya que querían estar unidos por todo tipo de rituales, tanto de los duendes como humanos.
Había sido una ceremonia sencilla, pero no por eso dejó de ser hermosa. Se casaron en los jardines del palacio, donde habíamos instalado un pequeño mirador. Vinieron todos y cada uno de los habitantes de ambos reinos, más una legión de hadas, elfos y duendes. Todos querían estar presentes ese día, para desearle suerte a cada pareja. Ese día pude comprobar lo unida que estaba la gente, ya que a pesar del agotamiento de la reconstrucción, nadie quiso perderse la ceremonia. Comprobé que a pesar de todas las desgracias que nos habían sucedido, siempre había una ventana abierta a la felicidad. Después de la misa, que había sido corta, pero emotiva, nos dirigimos al banquete. Mirases a donde mirases, solo veías a cabezas y más cabezas por uno y otro lado. Todo el mundo charlaba, reía, como si nada malo hubiese sucedido nunca, como si nada malo pudiese suceder…
Y aquí me encontraba, feliz y dichosa por haber recuperado mi vida, la que tenía que haber vivido desde un principio.

11 may 2010

Capítulo 22: LUCHA FINAL

Cuando el sol salió aquella mañana ya estaba más que preparado. Me encontraba impaciente por salir, pero tenía que esperar a los soldados. Si por mí hubiera sido, hubiera salido aquella misma noche. Pero necesitaba la ayuda de los chicos, no podía hacer esto solo. No sabía quien se había llevado a Bella, y no podía cometer la locura de lanzarme a la aventura solo. Seguía rondándome una y otra vez el nombre de Newton en la cabeza, pero Mike no pudo ser. Sospechaba de sus padres, pero la brújula no apuntaba en dirección a su reino, y tenía noticias de que ellos se encontraban allí. No podía dejar de darle vueltas a la cabeza, pero no se me ocurría nada. Tal vez todo fuese una coincidencia…
Al salir los primeros rayos de luz, bajé a las cuadras, ensillé mi caballo y esperé en la puerta. Los soldados no se tardaron mucho en llegar, así que pudimos partir temprano. Fuimos a galope, sin parar a comer ni a beber, siguiendo el camino que marcaba mi brújula, mientras notaba que los soldados me miraban como si estuviera completamente loco, aunque no comentaban nada.
Después de varias horas cabalgando, llegamos a una zona del bosque, escondida, donde se encontraba un viejo castillo de piedra en ruinas. Consulté mi brújula una y otra vez, por si era un error. Pero no había fallo posible, la brújula señalaba al edificio parcialmente derruido. Mi Bella estaba ahí dentro. Les hice unas señas a los soldados, para alejarnos un poco de allí, y así poder organizarnos tranquilamente.
Yo entraría por Bella, seguido de unos cuantos hombres. Otros, se quedarían en la entrada, vigilando por si aparecía alguien o, en caso de escuchar embrollo, nos siguieran rápidamente para ayudarnos en la posible lucha que se nos pudiera presentar. Dicho esto, nos dirigimos directamente al castillo. Yo seguía a mi brújula, que nos guió hasta uno de los torreones del edificio. Entramos y de golpe la oí. Gritaba y chillaba, pero era ella, ella estaba ahí.
- Alec, ¡sácame de aquí! No quiero estar contigo, al igual que no quise estar con tu hermano. Te ordeno que me saques de aquí – gritaba sin cesar mi amada – cuando Edward llegue, juro por dios que le voy a decir que te mate y me entregue tu cabeza en una bandeja. – me acerqué a la puerta de donde provenía su voz y con la ayuda de los hombres que me acompañaban, la tiramos abajo. Bella estaba allí, llorosa, asustada de ver la puerta tirada, pero en cuanto me vio, una sonrisa iluminó su rostro y se arrojó a mis brazos.
- Bella… mi Bella… -susurré a su oído, acariciándole la espalda, mientras ella sollozaba, aliviada por verme.
- Edward, he pasado tanto miedo…
- ¿Quién ha sido Bella? ¿Quién te ha hecho esto? – le pregunté.
- Ha sido Alec, él me trajo. –Dijo ella, mientras miraba hacia todos lados, nerviosa- por favor Edward, vámonos, sácame de aquí cuanto antes… -un ruido nos sobresaltó, y Bella se escondió rápidamente en mi espalda.
- ¿Qué es lo que tenemos aquí? – preguntó un chico rubio que acababa de llegar, seguido por una legión de soldados. Me quedé pálido al ver la cantidad de hombres que le seguían… - Veo que tenías razón, Jane. Tu… Edward – soltó mi nombre como si lo escupiera – ha venido a sacarte de aquí… aunque creo que se va a quedar aquí, para siempre… dándole de comer a los buitres – comenzó a reír, soltando una risa socarrona y fuerte, que no hacia más que enfadarme cada vez más.
El tal Alec entró de pronto a la habitación, cogiendo a Bella fuertemente del brazo y apartándola de mí. Intenté evitarlo, pero todos los soldados que iban con él se nos tiraron encima y tuve que ponerme a luchar para salvar mi vida. Bella gritaba mientras Alec se la llevaba, por mitad de aquel tumulto, y no podía hacer nada para evitarlo. Intenté llamar a los soldados que habían quedado en la puerta, pero a través de una ventana, vi con horror que los habían matado a todos. Y ahí estábamos, a punto de morir, solos, sin ningún tipo de ayuda… Entonces recordé el cuerno, mi cuerno, y corrí escaleras arriba, hasta meterme de nuevo en la habitación donde se encontraba Bella. En cuanto me vi libre de manejar mi espada, lo saqué y soplé, una, dos, tres veces. Esperaba que en verdad fuera efectivo…
Volví a salir y me dirigí al centro de todo aquel jaleo, empuñando mi espada, hundiéndola en la carne de aquella gente, una y otra vez. Me sentía mal, no me gustaban las batallas, pero era ellos o yo, y lo único que quería era que todo acabara cuanto antes, para salir en busca de Bella. Me daba terror pensar en lo que aquel mal nacido podía hacerle.
De pronto, una luz cegadora iluminó todo, haciendo que la lucha se detuviese durante unos instantes. Entonces, entraron elfos, duendes y hadas por todas partes. Reconocí a Alice, Reneesme, y a algunos de los duendes que nos habían ayudado a Bella y a mí hace algún tiempo. Todos venían con cara de malas pulgas, y se lanzaron directamente a la batalla. Los soldados de Alec se encontraban desconcertados, pero sin perder un minuto, se pusieron a luchar de nuevo.
Las hadas cegaban a los soldados, los duendes los inmovilizaban con hechizos, y los elfos lanzaban flechas que se clavaban con una puntería asombrosa en rodillas, manos y brazos a quien fuesen dirigidas. Observé que la intención de ellos no era la de matar a nadie, sino herirlos lo suficiente como para detener esta locura, pero de una forma en la que luego sería fácil que se recuperaran. Admiré eso en ellos, su amor a la vida, y el respeto que le tenían. Cuando todo parecía terminar, los pocos soldados que quedaban ilesos se rindieron, viendo la suerte que habían corrido sus compañeros, dejándonos vía libre para salir de allí.
Alice se acercó a mi lado y me miró fijamente, como no atreviéndose a preguntar que había pasado.
- Es Bella, Alice –le contesté antes de que ella se atreviese a decir con palabras lo que con sus ojos me expresaba – la habían secuestrado, y cuando vine a rescatarla, todo resultó ser una encerrona. Cuando parecía que todo había quedado un susto, apareció Alec, con una legión de soldados, y se fue de nuevo junto a ella mientras nosotros nos encontramos así, en medio de esta guerra sin pies ni cabeza.
- Tranquilo Edward, no te agobies. Ahora lo que necesitamos saber es, ¿dónde está Bella?
Iba a sacar mi brújula del bolsillo para indicarle el camino… pero no estaba ahí. Inmediatamente me puse nervioso y paseé de un lado a otro intentando encontrarla. Cuando por fin lo hice, quedé horrorizado. Estaba en el suelo, pisoteada, destrozada… ni siquiera estaba la aguja allí cerca, para intentar repararla. Entonces, fue cuando caí en la cuenta, haciendo que me quedara completamente inmóvil, por los nervios, de la pregunta que había hecho Alice…
“¿dónde está Bella?”
Esa pregunta me atormentaba rondando todo el rato por mi mente, sin saber que hacer, por donde empezar la búsqueda, a quien mas avisar, por mi culpa, habían matado a muchos de los hombres que me acompañaban y otros tantos se encontraban en esa habitación malheridos, las hadas, duendes y elfos, curaban a los heridos, pero por los muertos nada se podía hacer ya, eso me hizo desplomarme al suelo, lleno de dolor, por la impotencia del momento, mi brújula había sido destruida y ya no tenia nada por donde empezar la nueva búsqueda de mi amada.
Alice y Reneesme se acercaron a mí abrazándome, mientras oía como Carso y Jacob hablaban a mis soldados de un plan de búsqueda, de estar todos unidos para ser mas fuertes, mis palabras no salían de mi boca, estaba totalmente rígido notando los brazos de Alice y Reneesme dándome fuerzas, que ya apenas me quedaban. Pero un pinchazo en el corazón por la falta de mi esposa hizo que reaccionara, que me levantara y me girara a todos bruscamente.
-No se por donde comenzar la búsqueda, pero debo encontrar a mi esposa, no puedo permitir que este mas tiempo que Alec, a saber que salvajadas la hará y ella espera un hijo-dije firmemente- os necesitare a todos, pero entiendo que queráis volver al reino después de lo ocurrido con vuestros compañeros- pero nadie se movió de donde estaban, mostrándome así, que me seguirían.
Salimos de aquel castillo en ruinas y nos dirigimos al bosque que había al lado, pudiendo seguir el rastro de algo, íbamos mirando a todos los sitios, hasta que vi un trozo del vestido de Bella, de mi amada esposa, me acerque cogiendole, era un trozo pequeñísimo, seguí al galope viendo mas trozos, ella nos estaba dejando un rastro para poder encontrarla, saber donde se encontraba, seguimos galopando siguiendo su rastro, sin detenernos para nada, hasta que comenzamos a oír alboroto en el bosque, provenía de un claro; allí se encontraba ella con todos los hombres de Alec y él.
Nos fuimos acercando sigilosamente al claro sin acercarnos demasiado para que no notaran nuestra presencia, hasta elaborar un plan y saber como salvarla, vi que la tenia amarrada a un árbol, tenia mala cara y en su estado debía estar mas débil aun, eso hizo que me ardiera el cuerpo, deseando salir y matarla por lo que la estaba haciendo a mi esposa; pero las hadas, duendes y elfos tenían una mejor idea y así no tener que matar a nadie al menos que fuera para salvar la vida de uno mismo. Pararían el tiempo excepto para nosotros, nos daría tiempo de coger a Bella y sacarla de allí, lesionaríamos a los hombres para que no pudiesen moverse como lo habíamos echo con los que habíamos dejado en la torre de aquel castillo, no eran muchos, pero los suficientes para poder matarnos a todos y Alec, quería matarle, necesitaba matarle para asegurarme de que no la volviera a tocar, de que nos dejaría en paz.
-Sabemos que deseas matar a Alec y si de verdad es lo que quieres, podrás, pero en una lucha igualada, el tiempo no se parara para él tampoco solo para sus hombres y los tuyos, mientras nosotros rescatamos a la princesa Isabella- dijo Carso muy serio mirándome.
-No le tengo miedo, me gustaría que fuese igualada, no seria justo que no pudiera defenderse-dije mirando hacia el claro- solo quiero pediros un favor, la última vez que luche olvide quien era, de donde provenía y a ella, esta vez no me dejéis olvidarla, por favor-dije mirándoles suplicantes.
Se dispusieron a parar el tiempo, cuando lo hicieron, entre en aquel claro seguro de mi mismo y con precaución para que al verme no la tomara a ella, como amenaza, le di un pequeño toque en la espalda haciendo que se volteara y le di un puñetazo en la cara, que hizo que se cayese al suelo sangrando por la boca, me miraba con odio y rabia, cuando giro su vista hacia el árbol donde había atado a Bella, lo encontró vacío.
-Maldito seas Edward Cullen, me distes para despistarme y que tus amiguitos robaran a tu amada, la cual me pertenece-dijo levantándose del suelo.
-A ti solo te pertenece la muerte- dije sacando mi espada- ella no es de tu propiedad, por el simple echo de que Isabella Swan, princesa y próxima gobernadora del Reino Violeta- dije cada vez mas seguro, moviendo mi espada hacia él.
Él saco su espada, haciéndonos empezar la lucha, estábamos bastantes igualados, Alec luchaba mucho mejor que su hermano, además de saber manejar la espada, me costaba poder dar un golpe que no fuera en su arma, hasta que no se porque pude clavarle la espada en el costado, haciendo que cayese al suelo de nuevo, pero esta vez para morir allí.

Capítulo 21: FELICIDAD FRUSTRADA

Allí nos habíamos quedado todos en la gran sala del trono, todos felices, todo se había arreglado y tenia a mi verdadera familia allí junto a mi, me habían aceptado alegremente de nuevo.
Pasaban los días y solo se oían risas en el reino, mis padres estaban encantados con mi relación con Edward al igual que los padres de él, no hacían más que hablar de la boda y andar detrás de los preparativos para que fuese cuanto antes; Edward y yo éramos felices ante tal noticia siempre lo habíamos deseado, era nuestro mayor sueño, además ahora teníamos a nuestro pequeño Anthony para formar una feliz y maravillosa familia.

3 meses después

Quedaban apenas unos días para mi boda con mi amado Edward, seria el día mas feliz de mi vida, el mas dichoso; nuestro pequeño seguía creciendo sin poderme creer que estuviese tan bello y fuerte apenas teniendo 4 cortos meses de vida. Alice el hada estaba ayudándome con el vestido, estaba quedando precioso, además de que venia al reino a ver a Jasper el hermano menor de Edward, del cual se había enamorado nada más verle hace tres meses, Rosalie no estaba tan pendiente del vestido por el noviazgo a escondidas con Emmett, aunque sus hermanos les habían pillado.
Alice era encantadora, era ella quien llevaba todo el vestido, zapatos, conjuntos, y además toda la decoración, no me dejaba saber nada al respecto excepto de mi traje y porque tenia que hacerme pruebas con él, estaba mirándome en el espejo, mientras ella me metía un poco el bajo del vestido, cuándo note una gran nausea haciéndome salir corriendo la baño y vomitando, me sentía bastante mareada, por lo que supuse que debía de ser los nervios del casamiento, viéndolo tan cerca, pero una nueva presencia me sobresalto, era Nessi otra hada, venia sonriendo, aun viéndome así en el baño.
-Felicidades bella princesa-dijo sonriendo-espera a su segundo hijo, lo acabamos de saber y vine a informarla.
-¿Un hijo de nuevo?-dije derramando lagrimas por la emoción-dios, un nuevo hijo de mi amado-me levante con cuidado, pidiendo que reunieron a toda mi familia y a la de Edward en el comedor.
Me quite el vestido de novia, poniéndome algo mas adecuado y cómodo y baje hacia el comedor, sabia que me esperaban con inquietud sobre porque les había reunido allí, y la verdad al entrar y ver sus caras de pánico, yo solo pude sonreír, haciendo que ellos se relajaran.
-Os he pedido que nos reunamos aquí, porque quiero daros una noticia maravillosa-dije sonriendo- acabo de saber que llevo en mi seno un nuevo bebe de Edward y yo, haciéndome la persona mas feliz del mundo.
Todos empezaron abrazarse y a reírse mostrando la felicidad que sentían ante tremendo noticia, incluso Rosalie y Emmett se dieron un beso dejando en evidencia su relación ante el reino, sus hermanos y yo les mirábamos asombrados, sus padres estaban sorprendidos ante tal escena, aunque lo aceptaron sin problema porque les sonrieron y les felicitaron también.
No quedaba nada para la boda apenas tres días y todo iba genial, los preparativos estaban todos listos, el reino entero estaba decorado para la gran ceremonia, Alice y todas las hadas se habían encargado de ello, dejándolo con un toque totalmente mágico; los invitados que iban llegando se quedaban impresionados por lo bien que estaba todo preparado y decorado, y mis nervios cada vez salían mas a flor de piel, esperando unirme por fin con mi gran amado.
Ya llego el gran día, Alice, Nessi y Rosalie se encontraban conmigo en el cuarto preparándome con el vestido y el peinado para que todo estuviese perfecto, Nessi y Rosalie se lo tomaban con tantas ganas porque seguramente temerían Alice, sonreí antes esa idea, no podía contener mis nervios y todo mi cuerpo temblaba sin poder parar. Las chicas me avisaron de que ya era la hora de que la novia se preparara y entrara hacia el altar, me coloque agarrada del brazo de Charles y empezamos a caminar hacia el altar donde Edward me esperaba con su inmensa y preciosa sonrisa, la gente sonreía y hablaba de lo bonito que era mi vestido, creo que me centre en eso para poder tranquilizarme algo; llegamos al altar donde Charles me dejo al lado de Edward, que me agarro la mano dulcemente dándome todo su apoyo y energía. La ceremonia empezó, Edward dijo ese gran si que resonó en mi con toda su energía y fuerza y el mío sonó claro y sin duda, nada mas convertirnos en marido y mujer nuestra bonita ceremonia se vio frustrada, por un grito de un criado.
-El Reino Violeta esta ardiendo en llamas, me acaban de informar, apenas queda nada del reino-dijo gritando y cada vez mas asustado, mis padres se miraron alarmados y asustados, decidieron prepararse y salir hacia el reino, Carlisle, Emmett y Jasper acompañarían a nuestros padres mientras que mi hermana y yo nos quedábamos aquí en el Reino Linzzer esperándoles junto a Edward.
Nada mas irse subí a mi cuarto, a cambiarme de ropa, sabia que estaría tranquila porque Anthony se encontraba con Esme, me puse un vestido algo mas cómodo, pero sentí que alguien me tapaba por detrás y se me cerraban los ojos…
Desperté y no sabía dónde estaba. Lo último que recordaba era que estaba en mi cuarto y me había cambiado de ropa, un poco alterada por la noticia del incendio. Miré a mi alrededor, y vi con horror que me encontraba en una minúscula habitación, sin ventanas, sólo con una cama y un lavabo. Fui hacia la puerta, y comencé a golpearla con fuerza, gritando. Lo único que quería era salir de allí y volver con mi familia...
Oí un ruido de llaves. Alguien se acercaba. Así que volví a golpear la puerta con más fuerza, para llamar la atención de quien quiera que viniese. Volví a oír el ruido de las llaves, pero esta vez, en la cerradura de la habitación, así que me hice para atrás, a la espera de ver quien estaba al otro lado. Cuando se abrió la puerta, entró un hombre, rubio, alto, y con cara de pocos amigos.
-¿Quién eres? -le pregunté, con cierto rastro de temor en mi voz.
-Vaya, vaya... así que por fin despertaste, cuñadita -dijo él. ¿Cuñadita? ¿De qué estaba hablando? Al ver mi cara de desconcierto, comenzó a reír y se acercó a mí. - No sabes quien soy, ¿verdad? Soy el hermano de Mike – mi cara cambió de color al oír aquello. Había oído hablar de Alec, el hermano de Mike que estudiaba en el extranjero, pero que por una disputa familiar nunca había vuelto a casa junto a sus padres – veo que has oído hablar de mí – volvió a reír y siguió acercándose, mientras que por mi parte, caminaba hacia atrás, intentando poner la mayor distancia posible entre los dos. Cuando topé con la pared, me quede pegada a ella, mientras con horror veía como se puso frente a mí. Cogió mi mano con suavidad y se la acercó a sus labios, dejando un leve beso en ella.
-¿Qué es lo que quieres? -atiné a preguntar, aunque se me entrecortaba la voz a causa del miedo.
-Quiero recuperar a la familia, y tú eres parte de ella, Jane -acercó su rostro al mío, provocando que comenzara a temblar involuntariamente – me enviaron una carta mis padres, notificándome de la muerte de mi hermano y tu repentina desaparición. Cuál no sería mi sorpresa al volver y encontrarme con que te habías casado con el traidor que mató a Mike. ¿Cómo pudiste? - la olor de su aliento tan cerca de mi cara me provocaba nauseas, y estaba haciendo todo lo posible por no vomitarle encima. No me atrevía a moverme por miedo a su reacción.
-Yo... yo no soy Jane. Nunca he sido Jane. - me miró, sorprendido, pero se quedó callado, esperando que continuase – mi nombre es Bella Swan, princesa del reino Linzzer, y mi marido, Edward, vendrá a por mí antes de lo que imaginas -cuando dije todo esto, me quedé muda, pensando si no habría hablado de más, y de donde habría sacado el valor suficiente para hacerlo.
-¿Con que... Edward? -dijo Alec- no creo que te encuentre ricura, ni siquiera sabes donde estamos... ¿cómo podría localizarte? - una sonrisa invadió su cara, al ver mi expresión abatida. Tenía razón, no podría encontrarme, porque ni yo misma sabía donde estaba...- te quedarás conmigo, porque es tu deber. Te convertirás en mi esposa, y ambos reinaremos Alatar y Newton juntos... - se acercó con intención de besarme, pero aparté el rostro y comencé a llorar. El bufó y sin decir nada más, se apartó de mí. Se dirigió a la puerta y salió, cerrando de nuevo con llave, dejándome sola de nuevo en aquel zulo. Caí de rodillas, mientras las lágrimas caían por mi rostro. Lo único que podía pensar era en Edward, en Anthony, en mi pequeña familia...

Edward

Bella tardaba mucho en cambiarse de ropa, así que subí para ver como se encontraba. Pensé que a lo mejor se encontraba mareada, debido a su estado. No me gustaba dejarla mucho tiempo sola por si algo le sucedía. Toqué a la puerta de la habitación, pero nadie contestó. Intenté abrir, pero estaba cerrada con llave. Al final, pateé la puerta hasta que la abrí a la fuerza, y cuando entré, no había nadie allí. Comencé a gritar su nombre, buscándola por todas partes: en la propia habitación, en el baño, en el vestidor... nada, se había ido y no había dejado ningún rastro. Entonces, vi una nota en el espejo del tocador. Corrí hacia él, y la cogí. Sentí como todo mi mundo se venía abajo.

“Nunca ha sido tuya, así que no puedes lamentar perder algo que nunca has tenido.
Newton.”


Grité de dolor. Se habían llevado a Bella. Pero me extrañaba la firma en la carta. No podía ser él, yo le había matado, de eso estaba seguro. Miré la nota, una y otra vez, intentando encontrar alguna pista sobre el paradero de mi amada. De pronto irrumpió Ángela en la habitación.
-Edward, ¿qué pasa? -no podía ni hablar, así que solo le tendí la nota, esperando que entendiera. Después de leerla varias veces, tal y como hice yo, me miró sorprendida y me abrazó, para consolarme. No le devolví el abrazo, tenso como estaba, mientras en mi cabeza no dejaba de pensar una y otra vez en como encontrarla y traerla de nuevo a mi lado. Finalmente Ángela se separó de mí y me miró directamente a los ojos.
-¿Qué hombres quedan aquí, que no se hayan ido al reino Violeta a sofocar el incendio? -le pregunté, decidido a salir en su busca, llevándome a algunos soldados por si se presentaban problemas.
-No se exactamente cuantos habrá, pero seguro que unos cuantos. A mis padres no les gusta dejar el reino descuidado cuando ellos no se encuentran en él.
-Bien. Llévame junto a ellos. Necesitaré ayuda para traer a tu hermana de vuelta. - cogí su mano y ella me guió hasta fuera del castillo, y nos dirigimos a una gran casa de piedra. Entramos y allí había alrededor de 20 hombres.
-Escuchadme -dije con voz fuerte. No podía dejarme ver débil, necesitaba ser fuerte para salvar a mi Bella- han secuestrado a la princesa Bella. Necesito que algunos de vosotros me acompañéis a rescatarla y traerla de nuevo a su hogar. No os necesitaré a todos, por lo que algunos de vosotros os quedareis aquí, para vigilar el reino, y a la princesa Ángela, para que nada malo ocurra en nuestra ausencia. ¿Algún voluntario? - todos levantaron la mano, lo cual me emocionó. Todos estaban dispuesto a salir en busca de su princesa. - A ver, creo que con la mitad de vosotros será suficiente. Decidid quien viene y quien se queda, y prepararos para el viaje. Partiremos mañana al amanecer.
Salí de allí junto a Ángela de nuevo, para volver a palacio y prepararme también todo lo necesario para mi partida. Llevaría todo lo que me dio mi madre para la vez anterior que fui a buscarla, y necesitaba comida para varios días. Fui a la cocina, para que nos prepararan todo lo necesario.
Esa noche casi no pude dormir. Contaba cada minuto, cada segundo que faltaba para ir tras mi Bella. Miraba mi brújula una y otra vez, atento a la dirección que marcaba. Sabía que no me fallaría, igual que no me falló la última vez. Encontraría a Bella y la traería de vuelta, de eso estaba seguro. Lucharía y pondría mi vida en esta empresa, porque sin ella, yo no tenía vida. Finalmente me dormí, pensando en lo mucho que la echaba de menos y en nuestra noche de bodas frustrada. Mataría al que la había separado de mí, lo juro, como que me llamo Edward Cullen...

Capítulo 20: LA VERDAD

Me senté en la mesa con el pequeño en mis brazos, viendo como estábamos me recordó a una gran familia y eso hizo que mi cara se iluminara con una gran sonrisa, nunca había tenia una gran familia y menos una que me quisiera como lo hacia la familia de Edward, la voz de Carlisle me saco de mis ensoñaciones.
-Hemos pensando Isabella en avisar a las hadas, duendes y a los reyes del Reino Violeta, tus verdaderos padres-dijo sonriendo-si a ti te parece correcto.
-Claro que si-dije sonriendo-llamarme Bella por favor, Isabella me suena demasiado extraño-dije sin perder la sonrisa-me gustaría que toda la verdad saliese de una vez a la luz, además no les avise antes por el estado de Edward-dije perdiendo parte de la sonrisa por los recuerdos de esos meses tan duros.
-Además de conocer a su hija perdida, conocerán a su precioso nieto, se les caerá la baba, sobre todo a Charles-dijo Esme esbozando una sonrisa dulce.
Carlisle se levanto de la mesa para dar aviso de que mandaran cartas a los reyes del Reino Violeta y al Reino de las Hadas y Duendes, seguíamos comiendo cuando nos dieron el aviso de que mañana estarían todos en el reino, por lo que mis nervios empezaron aparecer, tenia miedo de no ser aceptada por mis padres, después de tanto tiempo; Edward noto mi nerviosismo, quitándome al pequeño Anthony de los brazos y entregándosele de nuevo a Rosalie, para salir él y yo a pasear por el jardín, íbamos agarrados de la mano, como dos adolescentes enamorados, había echado tanto de menos estos momentos a su lado, que se me hacia único este momento así, Edward paro en seco atrayéndome hacia el y depositando un dulce beso en mis labios, mis manos se enroscaron en su cuello, besando con pura pasión, cuando note unos pasos detrás de mi.
-Disculpe majestad- dijo una voz masculina girándome y viendo que era aquel chico que acompañaba a Edward en el claro- que ria saber si le importaría mucho que saliese a cabalgar a caballo con sus hermanos.
-Emmett, llámame Edward por favor-dijo Edward sonriendo- y claro que no me importa, incluso si Bella quiere les podemos acompañar en su paseo durante un rato- dijo girándose hacia mi y mirándome.
-A mi me parece una idea estupenda-dije sonriendo-además desde que llevo en este reino no he salido del castillo por lo del embarazo, pero Anthony- dije con cara de preocupación.
-Mi madre se quedara con el, nadie le tocara en el castillo, además mi madre esta encantada de ser la abuela de ese pequeño ángel-dijo Edward sonriéndome y calmando mi preocupación.
Salimos a cabalgar, íbamos los cinco riéndonos todo el rato, la verdad que Emmett era muy majo, aunque con tanto músculo daba un poco de pudor, pero todo lo que tenia de grande lo tenia de buena persona y un gran corazón, Rosalie no hacia nada mas que mirarle embobada, sabia que sentía algo por él o eso decía su mirada.
Llegamos a un claro, donde nos paramos a descansar, pero Jasper quería volverá casa y nosotros quedarnos un poco mas allí, por lo que Emmett y Edward se marcharon para acompañarle un trozo de camino y no ir solo, aprovechando la ausencia de los chicos, me dispuse hablar con Rosalie.
-Rosalie, ahora que no están los chicos y puedo hablar mas libremente, me gustaría preguntarte una cosa-dije sonriendo.
-Claro Bella, dime-dijo mirándome extrañada.
-¿Te gusta Emmett verdad?-dije sin dejar de mirarla- tu mirada delata tus sentimientos.
-yo…..yo……si la verdad que si, me gusta desde hace tiempo, pero se que mis padres se negarían por nuestra unión, además de que él ni siquiera se a fijado en mi-dijo sonrojándose y con la mirada triste.
-Rosalie, el amor es libre de sentir y se debe de luchar por él, te lo dice la loca que ha vivido demasiadas aventuras por amo- dije sonriendo- por el amor de tu hermano.
Ella se acerco a mí y me abrazo dulcemente, un abrazo como el de una hermana menor, acogedor y calido, justo llegaron los chicos que nos miraron con una sonrisa en la cara y vi como Emmett miraba a Rosalie cariñosamente.
-¿Qué nos hemos perdido en nuestra ausencia?-dijo Edward sonriente sentándose a mi lado.
-Nada cotilla, todo lo quieres saber-dije riéndome.
Estuvimos allí toda la tarde, hasta que notamos como empezaba a oscurecer y decidimos volver al castillo, donde me di un baño, acosté a mi pequeño Anthony y me despedí de todos, incluso de Edward para irme a mi habitación, mañana seria un día importante en mi vida.
No pude dormir apenas nada en toda la noche de los nervios que sentía en mi cuerpo por el día tan importante e intenso que me esperaba, además de que Anthony no dejaba de llorar como si también él estuviese nervioso, me tumbe en la cama con el pequeño en mis brazos acunándole, cuando vi que Edward entraba por al puerta sigilosamente y se sobresaltaba al verme despierta.
-No pensé que estuvieses despierta mi amor-dijo sonriendo-venia a ver a mi hijo y mi amada y proteger sus sueños.
-Mi amor, gracias por amarme tan intensamente-dije mirándole-no podía dormir de los nervios y creo que a Anthony le pasa lo mismo, no ha parado de llorar.
Edward se acerco a la cama, abrazándome suavemente mientras contemplaba a nuestro hijo, estuvimos mucho rato, hasta que me debí de quedar dormida, porque volví abrir los ojos ya era de día y Anthony estaba en su cuna y Edward había desaparecido de mi habitación.
Me levante de al cama dándome un baño relajante y me vestí, intente no vestirme ni con mucha elegancia ni discretamente, me tenían que ver normal,formal,como una princesa, la verdad que nunca me había encontrado con tantos nervios, tenia miedo de su posible rechazo después de tantos años de perdida.
Llegaron a mi habitación avisándome de que los reyes del Reino Violeta y su hija menor ya habían llegado al igual que las hadas y los duendes, deje a Anthony a cargo del servicio, aun no quería bajarlo, entre en la sala del trono temblando del nerviosismo, todo el mundo se giro hacia mi mirándome; vi a los reyes, mis padres me miraban con los ojos llorosos por lo que me supuse que ya les habían dicho el motivo de haberles llamado a este reino, además de que las hadas y duendes no hacían mas que hablar sobre lo ocurrido, sobre quien en realidad era y yo hay andaba en mitad de la multitud totalmente perdida, sin saber que hacer o que decir; Edward vino hacia mi, abrazándome, calmando mis nervios y susurrándome al oído.
-No estés asustada, se tomaron la noticia con alegría y te quieren todavía-dije sin dejar de abrazarme
-Hija, hijita querida-dijo Charles acercándose a mi y abrazándome- te buscamos durante tanto tiempo que nunca pensamos en volver a encontrarte- dijo derramando lagrimas, tras el vino Renny y Ángela, las cuales me abrazaron, aunque Renny con mas ímpetu y llorando.

6 may 2010

Capítulo 19: RENACER

Los días pasaban lentamente en el castillo. Andaba de un lado a otro, sin vida, sin dejar de pensar en las palabras que Edward me había dicho. Él no me recordaba, no sabía nada sobre mí, y menos aún de nuestro hijo. Todo lo que habíamos pasado, todo lo que habíamos vivido juntos, para él, no existía.
Cansada de deambular sin rumbo, fui de nuevo a mi habitación. Quería irme de allí, escapar a cualquier lugar donde mis recuerdos no me encontrasen, pero Esme no me lo permitió. Me dijo que era su invitada, que me quedara allí ya que dado mi estado y que me estaban buscando, era peligroso salir de palacio. Pero yo ya no tenía nada que hacer allí.
Todos los días pasaba a ver a Edward. Intentaba aprovechar sus horas de sueño para visitarle, y así poder tocarle, hablarle y cogerle la mano, como si nada hubiera pasado. Cuando él despertaba y me veía a su lado, su mirada de incertidumbre, de confusión, hacía que mi corazón se desgarrase lentamente. Así que normalmente iba de noche, me sentaba a su lado, cogía su mano y vigilaba sus sueños. Algunas veces se removía inquieto, pero otras, permanecía sereno y tranquilo toda la noche. Se me hacia sumamente doloroso permanecer ahí, con él, pero pensándolo seriamente, tanto con la cabeza como con el corazón… no quería irme a ningún otro lugar donde no estuviera él a mi lado. Tenía la esperanza de que recuperase la memoria, sorprendiéndome, como siempre hacia, me dijese todas las cosas hermosas que siempre me había dicho, y me recitase mis versos favoritos al oído…
Cuando comenzó a amanecer, vi que Edward se removió suavemente entre las sábanas. Eso sólo significaba que estaba a punto de despertar… así que me levante, como hacia todas las mañanas, para volver de nuevo a la habitación donde dormía. Con mucho cuidado me incliné, y deposité un suave beso en su frente, lo que provocó que terminara de despertar. Me miró, sus ojos muy abiertos, por la sorpresa de verme en esa posición. Me sonrojé tenuemente, aunque no creo que él llegara a percatarse, ya que rápidamente, pero con suavidad, me giré y salí de su habitación. Me hacia tanto daño mirar sus ojos…

Edward

Desperté cuando sentí una suave caricia en mi frente. No hacia falta abrir mis ojos para saber quien era, ya que su olor a fresas me inundó por completo. Sabía que era ella, la chica misteriosa de ojos verdes, pero necesitaba verla de nuevo. Abrí mis ojos de golpe, y la miré. Quedamos conectados unos segundos con la mirada, provocando que ella se sonrojara levemente, pero antes de poder decirle nada, ella se marchó, como hacia siempre. Quise gritarle que esperara, pero antes de darme cuenta, ella ya no estaba en mi cuarto. Intenté ponerme de pie para seguirla, pero la herida de mi costado me tiraba mucho, por lo que acabé de nuevo acostado en la cama, resoplando y recorriéndome un sudor frío por todo el cuerpo debido al dolor. Me quedé tumbado hasta que mi respiración volvió a normalizarse, mirando en dirección al techo, mientras me esforzaba en recordar… Quería saber quien era ella, sabía que había sido alguien importante en mi vida, algo dentro de mí me lo decía, sobre todo la forma en que mi piel reaccionaba en contacto con la suya, esa chispa eléctrica que conseguí alterar hasta la última neurona de mi cuerpo…
El sonido de alguien abriendo la puerta de mi cuarto me sobresaltó. Giré para ver quien había entrado, encontrándome con el doctor, que venía a hacer su revisión diaria. Me quitó los vendajes, el del costado y el de la cabeza, revisó mis heridas, me echó un ungüento para que sanara antes y volvió a vendarlo todo, para que no corriese riesgo de infección. Todavía me dolía bastante y el contacto de su piel en mis heridas provocaba que se me escapasen gemidos debido al dolor. Él me miraba, con ojos de disculpa, pero seguía impasible en su trabajo.
Cuando terminó, se fue, sin decirme una sola palabra, y acto seguido, entró mi madre a la habitación. Buscó algo con la mirada, pero no debió encontrar lo que esperaba, porque la sonrisa que llevaba en su rostro perdió luminosidad. Así que sólo se me acercó, se sentó a mi lado en la cama y me arrulló en sus brazos. Empezó a tararear algunas canciones de cuna y yo notaba como mis ojos se cerraban lentamente. “Todo tiene que salir bien” fue lo último que la escuché decir, antes de perder la conciencia y perderme en el mundo de los sueños.

Bella

Los días pasaban lentamente, simulando semanas. Ya había perdido la cuenta de cuanto llevaba en el castillo, pero mi barriga empezaba a sobresalir, impidiendo ocultar por más tiempo mi estado. Ya ni tan siquiera visitaba a Edward, porque no quería que él me viese así.
Había perdido peso, lo que a Esme la preocupaba mucho, insistiéndome en que comiese más, por mí y por el bebé, pero la comida se me hacia insípida en la boca. Nada tenía sabor, nada me motivaba, nada me hacia sonreír. Había perdido la razón de mi existencia, él no sabía quien era yo, y ya nada tenía sentido. Intentaba sobrevivir, y aunque amaba a mi pequeño, que crecía lentamente en mí, no tenía fuerzas para salir adelante.
Pasaba el día en la cama, tumbada, mirando por la ventana, recordando los momentos que pasé junto a Edward: la primera vez que nos vimos, las veces que nos escapábamos para vernos en el bosque, nuestra noche en el claro… las lágrimas caían, sin control, por mi rostro y no podía evitar sentirme tan desgraciada. No dejaba de preguntarme una y otra vez si yo no merecía ser feliz. Mi vida no había sido agradable, mi infancia, desdichada, y mi adolescencia, demasiado controlada. Cuando encuentro al amor de mi vida, descubro que somos enemigos. Cuando por fin nos decidimos a estar juntos, me entero de mi procedencia, y por mi testarudez huí de su lado, lo que provocó la noche con Mike… más lágrimas vinieron a mi rostro al recordar aquella noche. Ahora, por último, para colmo de males, estaba embarazada de él, sí, de mi Edward, pero él no sabía nada sobre mí. No sabía que iba a ser padre, y que este bebé fue fruto del amor más hermoso que pudo sentir jamás una pareja anteriormente. Si tan sólo las cosas hubieran sido un poco diferentes…
Seguí llorando un rato más, hasta que ya no quedaban más lágrimas en mi interior y conseguí calmarme. Volví a mirar por la ventana, hasta que mis párpados poco a poco comenzaron a cerrarse y me dormí, en un sueño intranquilo y poco reparador, como había sido cada noche desde que él me había abandonado…
Me levante de la cama notando un dolor muy fuerte en mi vientre, unos pinchazos desgarradores; la perdida de memoria de Edward me había tenido muy nerviosa, ni siquiera había querido llamar a las hadas y duendes e ir al Reino Violeta a contar la verdad sobre mi identidad. Carlisle y Esme me habían permitido quedarme durante estos últimos siete meses en el reino, con Edward sin memoria y yo con mi embarazo tan avanzado no habían querido avisar a los reyes del Reino Violeta.
Avise a Esme de los dolores y pinchazos y ella aviso de urgencia al medico, nada mas llegar el doctor note como se me humedecían las piernas, rompiendo aguas; me llevaron en brazos hasta mi dormitorio, donde comenzó el parto, notaba cada vez mas dolores y como me iba quedando sin fuerzas, solo empujando para traer a mi pequeño al mundo, cuando oí su primer llanto, mis ojos se fueron cerrando, notando como mi cuerpo sin vida, y oí una voz familiar llamándome, mi ángel.

Edward

Entre en aquella habitación de la que venia el llanto de un niño y las voces del doctor, cuando la vi en la cama tendida y agarre su mano, cerrando los ojos e intentando darla fuerzas, cuando empezaron a pasar imágenes por mi mente; la primera vez que la vi en aquel claro apoyada en el árbol recitando Romeo y Julieta, cuando intentamos fugarnos y huyo, cuando la encontré en el Reino Granadine y volvimos aquí, mi lucha con Mike y la muerte de él con mi herida en el dorsal y la cabeza.¿Como podía haber olvidado a mi amada, mí Julieta?
Agarre fuerte su mano, dándole todos los ánimos que podían transmitirle; habían sacado a mi pequeño de la habitación, ni siquiera había visto su cara. Ahora mismo solo me importaba la vida de mi amada, tenia que luchar por su vida con todas las fuerzas que la quedaban.
-Isabella mi amor-dije entre lagrimas-vive, por favor.
Bella
Empecé a notar como mi cuerpo recuperaba fuerzas poco a poco, oía la voz de Edward, suplicándome que luchara por mi vida, se acordaba de mi, eso hizo que sacara fuerzas para luchar por mi vida, para poder estar con él y mi pequeño bebe, abrí los ojos lentamente; buscando con la mirada a Edward, se encontraba a mi lado.
-Edward,¿y nuestro pequeño? quiero verle- dije con voz temblorosa y sin fuerzas.
-Mi amor le sacaron de la habitación, casi te perdemos, nos distes un susto enorme- dijo sin soltarme la mano.
-Quiero ver a mi pequeño Anthony, por favor-dije con tono suplicante.
-¿Anthony? ¿Se llamara así?- dijo esbozando una sonrisa en su cara.
-Si, me entere que es tu segundo nombre y pensé que era una bonita manera de demostrarte que te amo mas que a nada, ya nació nuestro pequeño-dije alegremente y vi como Edward salía de la habitación y volvía a entrar con nuestro pequeño en sus brazos; acercándose a la cama y poniéndomele en los brazos, se le veía tan hermoso dormido, se parecía mucho a su padre.
-Es hermoso-se me empezaron a caer lagrimas de la emoción de tener a mi pequeño en brazos- se parece muchísimo a ti.
-Me han dicho que tiene tus ojos verdes-dijo Edward sonriendo-esos ojos que me cautivaron.
Me quito el niño de los brazos y al instante caí dormida dejándome descansar; estuve una semana en cama por órdenes del doctor, para recuperarme cuanto antes.
Le levante de la cama, no aguantaba mas allí, baje al gran salón, allí se encontraban todos Esme, Carlisle, Jasper, Edward y Rosalie que tenia a mi pequeño en sus brazos.
-Buenas tardes a todos, espero no llegar tarde para comer, me encuentro con bastante hambre-dije sonriendo-
-Isabella,claro que llegas a tiempo, justo nos iban a servir la comida ahora mismo, pediré que coloquen un cubierto mas-dijo Esme con amabilidad sonriendo- nos alegramos tenerte de vuelta, tanto Edward como el pequeño te echaron de menos.

2 may 2010

Capítulo 18: DESCONOCIDA

Vivíamos en distintos cuartos, pero nuestros cuarto es estaban al lado, casi todas las noches ella venia a mi cuarto para poder descansar juntos, mis sueños eran tan alegres, tan emocionantes…viviendo juntos nuestro amor Isabella y yo, ella el tema de su nombre no había dicho nada, por lo que no di mayor importancia, habíamos hablado de viajar hacia mi reino, donde la daría cobijo, aunque mi padre se enfadara y me desterrara, algo tendría que pensar.
Al día siguiente recogimos las pocas cosas que teníamos y nos pusimos en marcha, marchándonos de aquel reino el cual nos había dado cobijo durante nuestra estancia en él, nos dirigíamos a mi reino, donde prometí a mi madre volver, estábamos en las profundidades del bosque cuando él y su caballo nos impidieron el paso, solo estaba él sin su guardia, algo extraño, pero mas fácil de esquivar para poder seguir mi camino con mi amada.
-¿A donde creéis que vais? no dejare que te lleves a mi esposa contigo a ningún lado, maldita sea, ella es mía, ella me pertenece-dijo enfurecido Mike.
-Te equivocas Mike, ella no es de nadie, no es un trofeo el cual ganar, ella es un ángel y no se merecía el trato sucio que la distes-dije mirándole furiosamente- hacerla tuya a la fuerza, eso es de ser un cobarde.
-No te atrevas a insultarme, porque acabare con tu vida, devuélveme a Jane, como esposo tengo derecho de reclamar lo que es mío-puso su caballo al lado del mío, ofreciendo la mano a Isabella, la agarre de la cintura, para no dejarla ir, si hacia falta lucharía, moriría, pero ella con Mike no volvería.
-No vuelvo avisarte, déjala que vuelva conmigo o tendremos que pelear-dijo Mike sin dejar de ofrecer la mano a Isabella.
-Edward he de irme con él, no podré soportar la idea de que resultes herido o incluso mueras por mi-dijo Isabella mirándome con los ojos vidriosos.
-No, Isabella no lo hagas, no cometas esa estupidez, hazlo por ese bebe que esperas-dije llorando.
-¿Bebe? ¿Un hijo nuestro mi querida Jane?-dijo Mike sonriendo-me haces el mas dichoso.
Mire a Mike con furia y rabia, tenia el valor de creerse que ese bebe había sido engendrado al hacer suya a la fuerza a mi amada, a mi precioso ángel, ese bastardo debía de morir, no podía permitir que ella volviese junto a el y que la volviera hacer eso o algo peor, saque mi espada apuntándole.
-Entonces deseas luchar por ella-dijo Mike riéndose estrepitosamente- deseas luchar para ver quien se lleva el gran trofeo.
-No, quiero luchar para matarte y que no puedas volverla a tocar-me baje del caballo, dejando encima a Isabella- vete lejos con el caballo, cabalga todo lo rápido que puedas.
Mike se bajo de su caballo atándole a un árbol y saco su espada, amenazante, vi como Isabella me miraba encima del caballo y se alejaba con lagrimas en los ojos, yo me acerque a Mike dando a entender que la lucha debía de empezar, movió su espada rápido intentando cortarme en mi pecho, pero conseguí parar el golpe con mi espada, haciéndole un corte en el brazo, la lucha se hacia intensa, dolida, llevábamos un rato y clave mi espada en el estomago de Mike, pero antes de caer muerto me clavo la espada en mi dorsal, profanando un grito desgarrador y cayendo al claro dándome un fuerte golpe en la cabeza contra una piedra

Bella

Seguía cabalgando cuando oí un grito, su grito, era mi romeo, di media vuelta y me dirigí de nuevo aquel claro, donde los vi a los dos en el suelo, me baje del caballo acercándome corriendo a Edward y tomándole el pulso, todavía seguía vivo, pero su pulso débil, debió llevarle rápido a su reino o moriría, sabia que no estábamos lejos, pero era muy arriesgado, le subí al caballo casi sin entender de donde saque la fuerza para hacerlo y me aleje de aquel sitio todo lo rápido que podía, anocheció y apenas se veía nada, pero no podía o Edward moriría, esa simple idea me atemorizaba, salimos de un bosque profundo cuando vi el reino a los lejos, eso hizo que me animara y siguiera luchando por llegar con las pocas fuerzas que me quedaban.
Entramos en el reino llegando al castillo donde entre corriendo y llorando, chillaba dando el aviso de que traía a su príncipe herido de gravedad, salio un hombre rubio alto y una señora de cabellos castaños, muy joven, supuse que eran sus padres, por sus vestimentas.
-¿Qué le sucedió a mi hijo?-dijo el hombre acercándose y cogiendo a Edward en brazos ¿Y que haces tu aquí?-dijo con brusquedad-No queremos problemas con tu reino y el de tu esposo.
Eso hizo que me rindiera totalmente y cayera de rodillas al suelo, llorando desconsoladamente, note unos brazos abrazándome y ayudándome a poner de pie, cuando la vi a ella, la madre de Edward me miraba triste pero tenía una sonrisa leve en la cara.
-No quiero daros problemas, pero vi tan grave a Edward que no podía dejarlo solo, no podía-dije sin dejar de llorar y agarrando todavía a la mujer- estábamos cerca porque veníamos hacia aquí, cuando Mike nos rodeo en el bosque y Edward y Mike se quedaron luchando, volví cuando oí el grito de su hijo, no podía dejarle morir así, es el padre de mi hijo y la persona que amo-derrumbándome totalmente, quedando inconsciente.
Cuando desperté me encontraba en una cama y la mujer de nuevo a mi lado sonriendo, parecía estar feliz de que yo estuviera aquí, me miraba con ojos tan melancólicos y cariñosos que me hizo sentir cómoda, como nunca me había sentido, me hacia sentir un cariño de madre que nunca antes había sentido.
-Por fin despertaste, me tenias asustada, llevas dos días inconsciente-dijo mirándome triste- no sabíamos que mas hacer por ti, además veía esa pequeña barriguita, mi nieto-dijo sonriendo alegremente- debes de cuidarte, quiero tener un nieto fuerte y saludable, a propósito soy Esmeralda, pero llámame Esme, es un placer por fin conocer a Isabella Swan.
-¿Cómo sabes que el bebe que espero es de Edward? ¿Y como sabe lo de Isabella Swan?-dije mirándola asombrada.
-Mi hijo me lo contó todo, por eso te traía al reino, porque le pedí que volviera contigo, quería conocerte a ti y a mi nieto-dijo con una leve sonrisa- conozco desde hace mucho a tus padres y cuando desapareciste su reino se torno en gris, por tu perdida, Ángela tu hermana menor, nunca ha recibido el trato adecuado de tu madre, ya que al perderte a ti, cayo en una inmensa depresión-dijo mirándome- tu eras la elegida para casarte con Edward desde el día de tu nacimiento, pero al desaparecer y querer unir nuestros reinos, se prometió con tu hermana menor.
-Edward, ¿Dónde esta y como se encuentra? necesito verle-dije intentando levantarme de la cama-necesito saber como esta.
-Tranquilízate Isabella, en tu estado alterarte no es bueno, no quiero que vuelvas a desmayarte-me agarro dulcemente del brazo-acompáñame, te llevare junto a él.
La seguí a través de todo el palacio, dejándome guiar por ella. Me encontraba sumamente nerviosa por el hecho de que la madre de Edward supiera tanto sobre nosotros, aunque si él confiaba en ella… Ciertamente, tenía aspecto de ser una gran mujer, y era sumamente cariñosa. Pero aún así, me ponía nerviosa tanta amabilidad. Sería que no estaba acostumbrada. Llegamos a una puerta, ella la miró y después se giró hacia mí.
- Edward está ahí dentro. Os dejaré solos para que estéis más cómodos. –me dijo con una sonrisa. Yo intenté devolvérsela, pero creo que en vez de ello me salió alguna extraña mueca. Le musité un rápido “Gracias” antes de abrir la puerta y entrar.
Cuando pasé a la habitación, me quedé totalmente helada. Edward estaba allí, durmiendo, pero tenía un aspecto muy demacrado… Se encontraba pálido, su rostro ojeroso, con una gran venda en el pecho y otra en la cabeza. Me acerqué hasta él y tomé su mano mientras intentaba controlar mis lágrimas. Desde que estaba embarazada mis hormonas me hacían llorar más de lo acostumbrado en mí, pero no podía evitarlo. Cogí su mano con suavidad y le quité algunos de los cabellos que le caían por la cara. Me quedé mirándolo durante un rato, hasta que vino Esme y me dijo que venía el médico a revisarle. Salí fuera de allí, con los ojos todavía un poco llorosos debido a la preocupación.
- ¿Has comido algo? –me preguntó Esme, mirándome con ojos amorosos.
- No, la verdad es que no. –le contesté con sinceridad- pero tampoco tengo mucha hambre.
- Eso da igual, debes comer, por ti y por tu pequeño, para que se crezca sano y fuerte. –dicho esto, me cogió del brazo con suavidad y me hizo acompañarla hasta la cocina. Una vez allí ella misma me preparó algo, mientras la miraba con los ojos abiertos como platos. ¿Una reina metida en la cocina?
- No hace falta que prepares nada… si la cocinera no está, podemos venir más tarde –le dije para que no se molestara. No quería incomodarla.
- No pasa nada cariño –me contestó, mientras bullía de un lado a otro, buscando los ingredientes para lo que fuese a preparar- hoy la cocinera tiene el día libre, y a mí me encanta bajar a preparar algo de vez en cuando. Me encanta cocinar, aunque esté mal visto que yo lo haga. –Esto me hizo sonrojarme. Parecía que había adivinado mis pensamientos. Ella me miró y lo único que hizo fue sonreír, con aquella sonrisa tan característica de ella: amigable, amable, dulce… Mi madre nunca había sido así.
Después de un rato tenía delante de mí un gran banquete: zumo de naranja, panqueques, bollos de crema, leche, café, cacao… Creí que sería imposible comerme todo eso por mí misma, pero Esme se sentó a mi lado y las dos comimos sin hablar, aunque se trataba de un silencio cómodo, en el que no había la necesidad de romperlo con palabras insulsas. Terminamos de comer con tranquilidad, y nos pusimos entre las dos a recoger todo y a fregar los platos y demás. Cuando ya todo estuvo recogido, subimos de nuevo a la habitación de Edward.
El médico se encontraba todavía en la habitación, así que nos quedamos fuera esperando a que terminase. Estaba cambiándole los vendajes con mucho cuidado, aunque alguna vez oíamos a Edward quejarse, porque probablemente le haría daño. Cuando el médico terminó, salió fuera y le dijo a Esme si podía hablar con ella. Esme me miró, me hizo el gesto de que entrase a la habitación, mientras ella se quedaba hablando con el doctor. Yo no lo dudé ni un momento, así que entré al cuarto, y una vez allí, vi a Edward despierto. Se encontraba mirando por la ventana, levemente incorporado en la cama. Me acerqué a él rápidamente y le abracé, sobresaltándolo.
- ¡Me diste un susto de muerte! –le recriminé, mientras le miraba a los ojos. Él me miró con extrañeza, aunque ignoré aquello.- pensé que no ibas a sobrevivir y yo… yo… -las lágrimas vinieron de nuevo a mis ojos, y volvía a abrazarle. Había estado tan preocupada… Pero Edward, en lugar de devolverme el abrazo, me separó con suavidad de él y, mirándome a los ojos, soltó la frase más dolorosa que había escuchado en mi vida.
- ¿Quién eres? ¿Te conozco?